
La ira: una emoción compleja con valor adaptable
La ira es una emoción básica que a menudo se considera negativa. En muchas ocasiones se asocia a sentimientos desagradables y comportamientos perjudiciales. Sin embargo, es importante reconocer que la ira no siempre es mala. En realidad, puede ser una emoción muy útil que nos indica cuándo algo injusto está sucediendo o necesita cambiar. Además, la ira puede ser motivadora, impulsándonos a defendernos o luchar por lo que creemos.
Hay mucha literatura escrita sobre la ira. Muchos estudios se han encaminado a encontrar la forma de canalizar esta emoción, que nos resulta tan intensa que a veces nos hace llegar a estados insoportables. Durante mucho tiempo se ha reivindicado que para tratar la ira lo mejor es aplicar lo que anuncia la teoría de la catarsis, que propone que cuando tienes ira debes desahogarte, sacando esa energía negativa hacia fuera. Pues bien, Sophie Kjærvik en colaboración con Brad J. Bushman desbancan a este mito. Tras realizar un metaanálisis con más de 10.000 participantes han llegado a la conclusión de que recurrir a la agresividad, como pegar un saco de boxeo o romper cosas, para reducir tu ira, no es la mejor opción. En unas declaraciones a la BBC, aseguraban que expresar enfado te hace sentir bien por unos instantes, pero a la larga te hace incrementar el enfado y te hace volver más agresivo. Solucionar la ira con más ira, es echar más leña al fuego.
La ira va asociada a un combinado de alta excitación fisiológica como un incremento del ritmo cardíaco, respiración acelerada o presión alta.
¿Qué hacer entonces?
La mejor opción es trabajar la calma. Para calmarnos es necesario seguir unos pasos muy sencillos y muy efectivos:
- Reconocer la ira en nuestro cuerpoCuando estamos enojados, nuestro cuerpo experimenta una serie de cambios físicos. Prestar atención a estas señales puede resultar útil para reconocer mejor nuestra ira. Algunos síntomas comunes incluyen:- Cambios faciales: Cara roja, sudor
– Aumento de energía: Tensión muscular, mandíbula presionada, puños apretados
– Alteraciones cardíacas: Ritmo cardíaco acelerado, respiración corta
– Voz alta, inquietud…, - Gestionar la ira de forma saludableEl primer paso para gestionar la ira de forma saludable es aceptarla como una emoción normal. Esto no significa reprimirla o negarla, sino reconocerla y permitirnos oírla.
Una vez que reconocemos nuestra ira, podemos empezar a gestionarla de manera saludable. Algunas estrategias útiles incluyen:- Técnicas de relajación: Tales como el Mindfulness, la respiración o la meditación.
– Expresión emocional: Es necesario expresar la ira de forma sana, como hablando con un amigo o terapeuta, escribiendo en un diario o cumpliendo actividad física como juegos de pelota o clases dirigidas, que incluyan relación social y te puedan aportar emociones positivas.
– Identificación de desencadenantes: Reconocer qué nos enoja y evitar o gestionar estas situaciones.
– Asertividad: Comunicarnos de forma clara y directa, pero respetuosa, para defender nuestros derechos y necesidades. - Aceptar la ira y entender su valor adaptativo:Aunque a menudo la vemos como una emoción negativa, la ira tiene un importante valor adaptativo. Nos puede ayudar a:- Defendernos a nosotros mismos ya nuestros seres queridos: La ira puede motivarnos a actuar cuando sentimos que estamos siendo amenazados o que alguien es tratado injustamente.
– Establecer límites: La ira puede ayudarnos a comunicar nuestros límites y exigir respeto.
– Afrontar peligros o enemigos: La ira puede darnos la fuerza y determinación para enfrentar situaciones peligrosas.
– Mantenernos motivados: La ira puede ser una motivación poderosa para conseguir nuestros objetivos y superar obstáculos.
– Decir “no” o “suficientemente”: La ira puede ayudarnos a ser asertivos ya defender nuestros derechos. - Técnicas de Mindfulness: Tales como la respiración profunda o la meditación.
- Expresión emocional: Es necesario expresar la ira de forma sana, como hablando con un amigo o terapeuta, escribiendo en un diario o llevando a cabo actividad física.- Identificación de desencadenantes: Reconocer qué nos enoja y evitar o gestionar estas situaciones.
– Asertividad: Comunicarnos de forma clara y directa, sabiendo decir no cuando es necesario, de forma respetuosa, pero defendiendo nuestros derechos y necesidades.
Hay que recordar que la ira es una emoción normal y que existen formas saludables de gestionarla. Aceptar nuestra ira, identificar a nuestros desencadenantes y desarrollar mecanismos de gestión de conflictos saludables nos puede ayudar a controlar nuestra ira y evitar que nos controle a nosotros.
Con la mente más calmada, nuestras decisiones serán mejores, más sanas y nuestro bienestar general aumentará.